En plena Edad Media, Barcelona vivirá una época floreciente como ciudad en todos los aspectos. S XII El enlace entre el conde de Barcelona, Ramon Berenguer IV, y la hija del rey de Aragón unía los dos territorios, tanto a nivel económico, como político. Barcelona mantendra la capitalidad del nuevo gobierno y comenzará una época de expansión gracias al comercio abierto con el Mediterráneo y la obligación a la que estuvieron sometidos los reinos taifas musulmanes para satisfacer a la ciudad con tributos. Durante los siglos XIII y XV Barcelona protagoniza importantes conquistas territoriales sumando a sus límites, entre otros, el reino de Valencia y las islas Baleares, Sicilia y Cerdeña. Durante esta época se construyen dos nuevos tramos amurallados: Uno para proteger las nuevas villas anexionadas que quedaban fuera de los límites de la antigua muralla romana Otro para resguardar los campos de cultivo que se estaban extendiendo en la actual zona del Raval. Son años de gran properidad y Barcelona empieza a ser destino de todo tipo de mercaderes, artesanos y navegantes. La mayoría se agrupan en gremios y se concentran en los alrededores del núcleo político, la plaza Sant Jaume, y en el típico barrio de la Ribera. Actividades que aun hoy, paseando por el antiguo barrio gótico, pueden verse profesionales en callecitas como Flassaders, Sombrerers, etc. Esta época floreciente llegaría a su fin en el siglo XV. La peste negra y las guerras civiles se cebaron en la población de la ciudad, mientras las acciones militares en el exterior tampoco ayudaron a la situación. El comercio marítimo empezó a sufrir los ataques de los piratas y el descubrimiento de América en 1492 no fue igual de positivo para todos los territorios españoles. Especialmente para la Corona de Aragón, a la que no se le permitió comerciar con las colonias americanas hasta el año 1778, casi tres siglos después del descubrimiento del llamado Nuevo Mundo. Como Castilla no veía con buenos ojos la independencia de Cataluña en 1640, comenzó la llamada Guerra dels Segadors para frenar la ola de nacionalismo que había surgido en la ciudad. Barcelona resistió durante doce años hasta que, en 1652, las tropas castellanas doblegaron a la ciudad. Barcelona pudo conservar su autonomía, aunque no evitó su desmembramiento (es entonces cuando la parte norte de Cataluña pasa a dominio francés). La Guerra dels Segadors, que actualmente da nombre al himno catalán, supuso un duro golpe para la ciudad, pero no sería el único. Entre 1705 y 1714 Barcelona sufrirá la Guerra de Sucesión que terminó finalmente con la conquista de la ciudad por las tropas castellano-francesas. Se pierde totalmente la autonomía política, y además Castilla se apropia también de los territorios de Sicilia, Cerdeña, Nápoles o Mallorca. La única ley válida es la castellana y el idioma catalán se prohíbe absolutamente, tanto en la intimidad como en cualquier ámbito público. Actualmente, el Fosar de les Moreres, situado en el barrio del Born junto a la iglesia de Santa Maria del Mar, recuerda esta derrota y una llama encendida representa la memoria de todos los catalanes caídos en la Guerra de Sucesión. En el Born hay otro curioso espacio que nos acerca a esta época y que fue descubierto casi por casualidad. Bajo el suelo aparecieron los restos arqueológicos de la ciudad medieval de 1714 y que, probablemente, son el parque arqueológico más grande que se ha encontrado nunca en el casco urbano de una ciudad europea. En el paseo del mismo barrio aún podemos encontrar un curioso elemento histórico más de Barcelona: un cofre y cuatro balas de cañón numeradas que datan de la época medieval. Después de esta tremenda época de crisis, Barcelona comienza de nuevo su recuperación. Seguía siendo una ciudad militarizada en la que incluso se construyó una enorme fortaleza para protegerla de invasiones (los restos de esta fortaleza son hoy el parque de la Ciutadella). El barrio del Raval y La Rambla, hasta entonces un paseo sin un significado especial para la ciudad, comienzan a urbanizarse.
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