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La Ruta de los Mercados: Una migaja de historia |
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En la parte baja de la Rambla se vendían flores, y los payeses de los alrededores vendían frutas y verduras. Después, cuando las murallas desaparecieron, los mercados se esparcieron por el llano, acompañando a los nuevos habitantes, y se instalaron en los lugares más estratégicos, hasta configurar una red que es modélica en el mundo. El dicho medieval roda el món y torna al Born (rueda el mundo y vuelve al Born), que hacía referencia a las luchas de caballeros, hoy podríamos aplicarlo a quienes buscan referentes en una materia como es los mercados y su proximidad al consumidor: Rueda el mundo y vuelve a Barcelona.
Tampoco es algo que empezara ayer, ni hace cuatro días: la red barcelonesa de mercados, ampliada, sí, en los últimos años, empezó sus estructuras actuales en el siglo XIX y tuvo dos hitos importantes; por un lado, la desamortización de iglesias y conventos, que permitió ganar espacios para la ciudad, donde surgieron la Boqueria (1842) y Santa Caterina (1848); por otro lado, la Exposición Universal de 1888, que dio un gran impulso a Barcelona, éste
Mercado de Sants fue tan grande que de aquel año son los mercados de Concepció, Llibertat y Hostrafrancs, y acto seguido llegaron los del Clot y de Sant Martí (Unió), de 1889, La Abaceria, de 1892, y el primer asentamiento serio del Ninot (1893), que se inauguró tal como es ahora en 1933.
Entre un hito y otro, el Born se abrió en la antigua plaza de los torneos, fiestas medievales, en la línea de Les Halles de París. Fue el primer mercado de Barcelona que mostró una estructura modernista. Después, se abrieron los de Galvany (1868), Sant Antoni (1882) y Barceloneta (1884). Curioso, porque hablamos de tiempos en que la ciudad no pasaba del medio millón de habitantes y el Eixample era un sueño. La red continuó creciendo, y se amplió a principios del siglo XX con los mercados de Sarrià (1911), Sants (1913) y Sant Andreu (1914).
Siguió un largo período con pocas novedades, hasta la llegada de los años cincuenta, cuando el país empezó a dejar atrás las restricciones y las cartillas de racionamiento. Un camino que toma forma e impulso con la democracia y hace que, hoy, Barcelona pueda presumir de más de cuarenta mercados municipales, con una superficie total de casi 200.000 metros cuadrados y cerca de diez mil establecimientos, que forman parte, de forma fundamental, del patrimonio artístico, cultural y social de la ciudad. La boqueria, visita obligada Todos los mercados, ya sean céntricos o estén en las zonas más alejadas, cumplen perfectamente su función, porque se han ubicado allí donde son necesarios, y todos son interesantes de visitar, ya que ofrecen la mejor radiografía del barrio, con las paradas intrínsecas y el añadido del comercio que se instala en los alrededores.
No obstante, naturalmente, el mayor mérito de algunos es que son próximos y prácticos, mientras que otros tienen el peso específico de un gran valor arquitectónico o histórico, o incluso el valor del emplazamiento, como es el caso del mercado de la Boqueria.
La Boqueria es el mercado estrella de Barcelona. Sólo por el hecho de estar situado en la Rambla, la calle que tanta gente ha calificado como la más bonita del mundo, ya tiene motivos para serlo . Decimos "en la Rambla", y no junto a, ya que las paradas de flores y de pájaros que hay en medio del paseo también son parte del mercado. Quizás sería bueno, e incluso entrañable, que también formaran parte de él los quiosqueros. De hecho, ya se ha instalado una librería gastronómica dentro del mismo mercado. Los quioscos también son parte imprescindible del paisaje; se dice que en el 76, cuando todavía no sabíamos
Mercado de Sant Antoni si tendríamos democracia, dejaron boquiabierto a un gran luchador de la libertad, Mikos Theodorakis, que exclamó: ¡Qué sorpresa! Una calle donde pueden comprarse libros a las tres de la madrugada.
Volvamos atrás, entra en la Boqueria. Si lo haces por la Rambla pasarás por uno de los puntos más fotografiados del mundo, con perdón de la Sagrada Família y la Pedrera, una entrada flanqueada por paradas y tiendecitas donde se exponen con mucho cuidado las mejores frutas y verduras, caseras o exóticas, que hoy pueden comprarse. Y apretadamente, todo tipo de mostradores y de productos, todo tipo de compradores, todas las etnias se mezclan en los once pasadizos, ante las trescientas paradas. Es el mercado más grande de España, el más variado en oferta alimenticia, y también el más visitado por los turistas. ¿Quién ha venido a Barcelona y no ha entrado en la Boqueria? Las columnas jónicas, el tejado de cinco alas que se apoya sobre columnas metálicas, los vitrales... Es tanta la fuerza de seducción que algunos de los vendedores se han convertido en carismáticos, y son conocidos en la ciudad, no diré tanto, pero bastante, como los famosos que tiempo atrás caminaban por el paseo, desde la Monyos hasta el Xeriff.
Hay otros mercados importantes, claro está, como el más antiguo de todos, muy próximo a la Catedral, el de Santa Caterina, que acaba de abrir sus puertas, y que sigue la línea de otras esmeradas remodelaciones, como las que ya se han llevado a cabo en la Boqueria, el Clot y la Concepción, pero también en mercados construidos después de la guerra, como el de la Sagrada Família y el de Lesseps.
De gran valor arquitectónico e histórico es el de Sant Antoni, en la Esquerra de l Eixample. Se construyó donde había desde tiempo inmemorial un mercado al aire libre, porque enfrente se abría una de las puertas de la ciudad. Construido cuando estaba de moda mostrar la belleza del material de construcción, cuenta con una estructura de hierro visible, y es de estilo modernista (el mismo arquitecto diseñó más tarde los mercados de Sants, la Barceloneta y la Concepció). Desde siempre ha sido el verdadero motor del barrio, y a la venta diaria de alimentos se le suma las tiendas de ropa y utensilios del hogar, cuatro días a la semana, y el mercado del libro viejo, los domingos por la mañana.
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